sábado, 31 de agosto de 2013

JESÚS EL MESÍAS, Parte II


Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir.
Evangelio según San Juan 21:25

INTRODUCCIÓN

Como anunciamos en el artículo anterior, en esta segunda entrada presentaremos una visión sinóptica del ministerio de Jesús a fin que el lector tenga una reseña de su obra que le permita establecer una base cultural y de entendimiento respecto de lo que expondremos en una tercera entrada, quizás la más importante, en la que se presentarán argumentos sólidos para demostrar que Jesús de Nazaret, más que un filósofo, un maestro o un profeta, fue efectivamente el Mesías que profetizaron los escritos sagrados del pueblo de Israel, con todo lo que ello implica para Humanidad.

Por respeto a las creencias y criterios personales de mis lectores la presente entrada ha sido desarrollada dentro de un marco histórico y literario riguroso basado principalmente en los tres primeros evangelios, los llamados sinópticos (porque, en general, presentan una visión similar de la vida de Jesús) y en las evidencias que nos aportan la Historia y la Arqueología, evitando el énfasis kerigmático de los predicadores evangelistas pero sin renunciar a la reflexión filosófica y espiritual profunda que despierta inevitablemente la contemplación, aunque sea somera, de la admirable personalidad del Maestro de Nazaret y de su revolucionaria obra.

Para no perder el hilo conductor de esta exposición, mayores aclaraciones, teorías paralelas, así como sugerentes complementos de tipo histórico y anecdótico se han puesto en notas al final, además de una bibliografía recomendada y videos que de seguro despertarán el interés del lector.

SEGUNDA PARTE: VISIÓN SINÓPTICA DE SU MINISTERIO

Expuestos ya en el artículo anterior los antecedentes mínimos necesarios para sentar una base autorizada respecto de la existencia histórica de Jesús, podemos abordar ahora una visión sinóptica de su obra con cierto grado de credibilidad.

 
Será responsabilidad del investigador interesado el profundizar más en ella, para lo cual le aconsejamos la lectura directa de los textos del Nuevo Testamento así como las biografías de Jesús escritas por reconocidos autores[i].
Respecto al ministerio de Jesús, los especialistas coinciden en cuanto al contexto cronológico general. Los principales puntos de apoyo se encuentran en el Evangelio según San Lucas y en los Hechos de los Apóstoles, que originalmente constituían un solo texto, que sitúan la narración de la vida de Jesús y los comienzos de la Iglesia dentro del contexto de la historia judía y romana.

No obstante, para entender mejor el mensaje de Jesús, es necesario conocer la sociedad en que vivió y los grupos con los que más se relacionó. Palestina era una provincia romana que gozaba de cierta autonomía de gobierno: se mantuvo a su rey judío (Herodes el Grande y posteriormente a su hijo Herodes Antipas) así como al Sanedrían que ejercía autoridad civil y religiosa.

Entre los componentes de la sociedad judía destacaban los Fariseos, estrictos observantes de la Ley y que deseaban la independencia de Roma, los Saduceos, compuestos por sacerdotes y levitas, quienes se dedicaban al culto y a la organización religiosa del Templo y cuya principal característica era que no creían en la resurrección, los Esenios, quienes vivían en comunidad en el desierto dedicados al trabajo y a la oración, y los Zelotes, partidarios de la lucha armada en contra de los romanos. En general, la mayor parte de ellos esperaban la pronta llegada de un Mesías de tipo político, quien los liberaría del yugo romano.

Por otro lado y tal como se demostró en el artículo anterior, los evangelios canónicos de Jesús están basados en breves recopilaciones de sus dichos y de sus hechos, en los testimonios de sus discípulos y en las experiencias de testigos que lo conocieron personalmente. A través de estos textos, de los testimonios y del contexto geográfico, social, político y religioso de aquella época, es posible afirmar los siguientes datos sobre Jesús de Nazaret:

Nacimiento e infancia


Jesús de Nazaret habría nacido entre los años 7 y 6 antes de nuestra era. Los argumentos históricos respecto de esta fecha son los siguientes[ii]:
  1. El monje benedictino Dionisio El Exiguo “...que en el año 533 empezó por vez primera a contar los años a partir del nacimiento del Señor, sustituyendo la antigua numeración que partía de la fundación de Roma, se equivocó en 6 años.” (Vittorio Messori: Hipótesis sobre Jesús, IV, 11. Ed. Mensajero. Bilbao, 1978). Dionisio hizo coincidir el 1 de enero del año uno, con el 1 de enero del año 754 de la fundación de Roma, en vez de escoger el 748 que hoy se considera como exacto.
  2. Los historiadores fijan la muerte de Herodes el Grande el año 4 antes de nuestra Era, por lo tanto, no pudo ocurrir más allá de la fecha de la muerte del tetrarca. Por otro lado, como él mandó matar los niños de Belén menores de dos años, podemos suponer que Jesús nació aproximadamente dos años antes, es decir, entre el 7 y el 6 antes de nuestra Era.
  3. Antes de su vida pública, poco se sabe de Jesús. Era originario de Nazaret de Galilea, aunque tanto Lucas como Mateo sitúan su lugar de nacimiento en Belén de Judea, cuna ancestral del rey David. Siguiendo a Lucas (2:1-2), Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del censo ordenado por Augusto César y efectuado por Quirinius (Cirenio), cuando éste era gobernador de Siria. Tertuliano atribuyó ese censo a Sencillo Saturnino, legado de Siria del 8 al 2 a.C.; éste muy bien pudo haber completado un censo comenzado por Quirinius. Por ello, se suele aceptar que el nacimiento de Jesús tuvo lugar entre los años 7 y 6 a.C.
Sólo los libros de Lucas y Mateo contienen relatos de su nacimiento e infancia, los que divergen en numerosos detalles. Lucas (1:5, 2:52) narra estos relatos entretejiendo en ellos poemas y canciones prestados del Antiguo Testamento que expresan la preocupación de Dios por los pobres y desheredados. Mateo (1:18 y 2:23) moldea su relato sobre el modelo de la narración que acerca de Moisés recoge el Antiguo Testamento: Así como Moisés pasó su infancia entre los ricos y sabios de Egipto, también Jesús fue visitado y reverenciado por magos ricos y sabios. Así como Moisés huyó y vivió oculto de un malvado rey que pretendía exterminar a los varones hebreos recién nacidos, también Jesús fue salvado de la masacre de Herodes.


Ambos evangelistas recogen datos sobre el nacimiento e infancia de Jesús e incluyen su genealogía que se remonta hasta David y Abraham (Mateo 1:1-17; Lucas 3:23-38). Se supone que la descripción de su genealogía se hizo para probar el mesianismo de Jesús, pues la ascendencia de Abrahám se remonta hasta Set, y de éste hasta Adán[iii]. Según Mateo (1:18-25) y Lucas (1:1-2 y 20), Jesús fue concebido por su madre, que "aunque desposada con José, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo" (Mateo 1:18).


Nació en Belén, Judea, donde José y María habían acudido para cumplir con el edicto romano que obligaba a inscribirse en el censo [iv].


Mateo (2:13-23) es el único que describe  el viaje a Egipto, cuando José y María se llevaron al niño lejos del alcance del rey judío Herodes el Grande. Sólo Lucas (2:21-24) relata el cumplimiento de José y María con la ley judía que requiere la circuncisión y presentación en el templo de todos los recién nacidos de Jerusalén; el mismo evangelista también describe su siguiente viaje (2:41-51) con el joven Jesús al templo para la fiesta de la Pascua.


Los Evangelios omiten la vida de Jesús desde que tuvo 12 años hasta que empezó su ministerio público, unos 18 años después[v]. No obstante nos narran la experiencia que tuvo a esa temprana edad con los sacerdotes del Templo de Jerusalén para mostrarnos sin equívocos que, desde entonces, tenía plena conciencia de quien era y a qué había venido al dejar perplejos a los maestros de la Ley con su sabiduría y conocimiento de las Escrituras y decir a sus preocupados padres "que en los negocios de su Padre" le convenía estar.


Comienzos de su vida pública


El Evangelio de Lucas afirma que Jesús comenzó su ministerio en el 15º año del reinado de Tiberio (Lucas 3:1). Entonces su vida pública tuvo lugar entre el 27 y el 31 d.C. según la teoría de que se prolongó entre tres y cuatro años.


Tanto la fecha de inicio de su vida pública como la cantidad de años de su ministerio antes de su muerte fueron determinados con precisión por el profeta Daniel, ya que su profecía (Daniel 9:24-27) coincidió con la época de Jesús cuando la expectativa del Mesías era general[vi]. Esto también lo afirman Flavio Josefo (Guerra Judía, V,13), Suetonio (Vespasiano 4), Tácito (Historia, V, 13).


Los tres primeros evangelios, los sinópticos, relatan que el ministerio público de éste comienza tras el encarcelamiento de Juan Bautista. El evangelio de Juan, en cambio, que comienza con la elección de sus primeros discípulos (Juan 1:40-51).


El relato del ministerio público y los acontecimientos que le precedieron es similar en los evangelios sinópticos. Los tres describen el bautismo de Jesús en el río Jordán por Juan el Bautista y su retiro durante 40 días de ayuno y meditación al borde del desierto, que algunos exégetas consideran como un tiempo de preparación ritual[vii], donde el diablo (o Satanás) trató de tentarle. Mateo (4:3-9) y Lucas (4:3-12) añaden la descripción de las tentaciones.


Después del bautismo y el retiro en el desierto, Jesús volvió a Galilea y visitó su hogar en Nazaret (Lucas 4:16-30). Se trasladó a Cafarnaum y comenzó a predicar. Según los sinópticos, fue entonces cuando nombró a sus primeros discípulos, "Simón, que se llama Pedro, y su hermano Andrés" (Mateo 4:21) y "Santiago el hijo de Zebedeo y Juan, su hermano" (Mateo 4:21). Más adelante, cuando el número de sus seguidores creció, completó la elección de sus discípulos directos para que le ayudaran: “Y los nombres de los doce apóstoles son estos: el primero, Simón, que es dicho Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo, hijo de Zebedeo, y Juan su hermano; Felipe, y Bartolomé; Tomás, y Mateo el publicano; Jacobo hijo de Alfeo, y Lebeo, por sobrenombre Tadeo; Simón el Cananita y Judas Iscariote, que también le entregó.” (Mateo 10:2-4)


Su ministerio

En compañía de sus discípulos, Jesús estableció su base en Cafarnaum y viajó a los pueblos y aldeas cercanas para proclamar la llegada del reino de Dios, como hicieron muchos profetas hebreos antes que él. Cuando los enfermos de cuerpo o espíritu se acercaron a él en busca de ayuda, los curó con la fuerza de la fe. Insistió en el amor infinito de Dios por los más débiles y desvalidos, y prometió el perdón y la vida eterna a los pecadores siempre que su arrepentimiento fuera sincero. La esencia de estas enseñanzas se encuentra en el Sermón de la Montaña (Mateo 5:1-7), que contiene las Bienaventuranzas (Mateo 5:3-12) y la famosa oración conocida como “El Padrenuestro” (Mateo 6:9-13).

Una característica esencial de sus prédicas fue que le hablaba al pueblo en parábolas[viii], para que las enseñanzas mas elevadas estuviesen al alcance de todos de una manera sencilla e ilustrativa. Después se las explicaba a sus discípulos más directos con mayor profundidad de lo que era posible entender al resto, formándolos así para su misión futura.
El énfasis de Jesús en la sinceridad moral más que en la observancia estricta del ritual judío provocó la enemistad de los fariseos, que temían que sus enseñanzas pudieran incitar a los judíos a rechazar la autoridad de la Ley, o Toráh. Otros judíos se mostraron recelosos ante las actividades de Jesús y sus seguidores porque podrían predisponer a las autoridades romanas contra una eventual restauración de la monarquía.


A pesar de esta creciente oposición, la fama de Jesús se extendió sobre todo entre los marginados y los oprimidos, y el entusiasmo de sus seguidores les llevó a tratar de "arrebatarle y hacerle rey" (Juan 6:15), pero Jesús lo impidió cuando escapó con sus discípulos por el mar de Galilea (lago Tiberíades) a Cafarnaúm (Juan 6:15-21), donde pronunció un sermón en el que se proclamó "pan de la vida" (Juan 6:35). Este sermón, que hace hincapié en la comunión espiritual con Dios, desconcertó a muchos de los que le escucharon, pensando que se trataba de "duras palabras" (Juan 6:60), y desde entonces "muchos se retiraban y ya no le seguían" (Juan 6:66).

Posteriormente, Jesús repartió su tiempo entre viajar a las ciudades dentro y fuera de la provincia de Galilea, enseñar a sus discípulos y retirarse en Betania (Marcos 11:11-12) y Efrem (Juan 11:54), dos ciudades próximas a Jerusalén. Según los evangelios sinópticos pasó la mayor parte del tiempo en Galilea, pero Juan centra el ministerio público de Jesús en la provincia de Judea y relata sus numerosas visitas a Jerusalén.

Los sermones que pronunció y los milagros que realizó en esta época, en particular la impactante resurrección de su amigo Lázaro en Betania (Juan 11:1-44), hicieron que muchos creyeran en él (Juan 11:45); pero el momento más importante de su vida pública ocurre en Cesárea de Filipo cuando Simón (después Pedro) declaró que Jesús era el Cristo (Mateo 16:16; Marcos 8:29; Lucas 9:20), a pesar de que Jesús nunca se lo había revelado (según los evangelios sinópticos), ni a él ni a los demás discípulos.


Últimos días

Cerca de la Pascua, Jesús viajó a Jerusalén por última vez y entró triunfante en la ciudad donde le recibió una gran muchedumbre que le aclamó. Juan menciona numerosos viajes a Jerusalén y más de una Pascua, mientras que los sinópticos dividen el ministerio público en las provincias de Galilea y Judea, y mencionan sólo una Pascua después de que Jesús abandonara Galilea para ir a Judea y Jerusalén.



Allí (el lunes y el martes, según los sinópticos), expulsó del templo a los mercaderes y cambistas que, según una vieja costumbre estaban autorizados a realizar sus transacciones en el patio exterior (Marcos 11:15-19) y discutió con los sacerdotes, los escribas, los fariseos y los saduceos, que le hicieron preguntas sobre su autoridad, tributos del César, y la resurrección. El martes, Jesús reveló a sus discípulos los signos que acompañarían a la parusía, es decir, a su segunda venida a la Tierra.


El miércoles Jesús fue ungido en Betania por María, que anticipaba la unción de la sepultura (Mateo 26:6-13; Marcos 14:3-9). Mientras tanto, en Jerusalén, los sacerdotes y los escribas, preocupados porque las actividades de Jesús iban a poner a los romanos en su contra (Juan 11:48), conspiraron con uno de sus discípulos, Judas Iscariote, para arrestar a Jesús de manera furtiva, "porque temían al pueblo" (Lucas 22:2). Juan, (11:47-53) sitúa la conspiración antes de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.

El jueves, Jesús celebró la cena de Pascua con sus discípulos y les habló de su inminente traición y muerte como sacrificio por los pecados de la humanidad. Durante la cena bendijo el pan ácimo y el vino, llamó al pan su cuerpo y al vino su "sangre de la alianza, que será derramada por muchos para remisión de los pecados" (Mateo 26:27), y pidió que lo repartieran entre todos. Desde entonces, por petición expresa de Jesús, los cristianos rememoran este ritual.

Después de la cena, Jesús y sus discípulos fueron al monte de los Olivos, donde según Mateo (26:30-32) y Marcos (14:26-28), les aseguró que resucitaría. Al presentir que la hora de su muerte estaba cerca, se retiró al huerto de Getsemaní, donde, "lleno de angustia" (Lucas 22:44), meditó y oró. Una muchedumbre enviada de noche por los sacerdotes y los ancianos judíos y conducida por Judas Iscariote, le arrestó en Getsemaní.


Juicio y crucifixión


Los cuatro Evangelios coinciden en que Jesús fue crucificado cuando Poncio Pilatos era gobernador de Judea (26-36 d.C.). Hay desacuerdo entre los exégetas respecto a si su muerte tuvo lugar el año 30 o el año 31 d.C., al considerar que ella pudo ocurrir en la víspera del día de pascua judío que caía el 15 de Nisán (8 de abril), y si fue el miércoles o el viernes de dicha semana, ya que en el primer caso habría estado sepultado tres días y tres noches completos y en el segundo caso lo habría estado sepultado solo parte de los tres días. Sin embargo consideramos que los mejores argumentos, tanto bíblicos como extrabíblicos, apoyan la fecha del 31 d.C. y con ello la versión cronológica tradicional de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, es decir a partir del día Viernes.[ix]

Según Juan (18:13-24), primero le condujeron ante Anás, suegro del máximo sacerdote Caifás, para un interrogatorio preliminar. Los sinópticos no mencionan este incidente, sólo relatan que Jesús fue conducido al consejo supremo de los judíos, el Sanedrín, donde Caifás pidió a Jesús que declarase si era "el Cristo, el Hijo de Dios" (Mateo 26:63). Por esta afirmación: “Yo soy. Y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo” (Marcos 14:62), el consejo le condenó a muerte por blasfemia.

Pero como sólo el procurador romano tenía poder para imponer la pena capital, el viernes por la mañana condujeron a Jesús ante Poncio Pilatos para sentenciarlo. Antes del juicio, Pilatos le preguntó si era el rey de los judíos, Jesús contestó, "Tú lo dices" (Marcos 15:2). Pilatos intentó varios recursos para salvarle antes de dejar la decisión final en manos de la muchedumbre (motivado entre otras cosas por los sueños que su mujer, Claudia, había tenido respecto a Jesús). Cuando se insiste en su muerte, Pilatos, lavándose las manos, ordenó su ejecución (Mateo 27:24).


Jesús, después de ser azotado, flagelado y golpeado cruelmente por los soldados romanos[x], fue llevado en un doloroso trayecto con el pesado madero a cuestas hasta el Gólgota y crucificado, que era la pena romana capital para los criminales y los delincuentes políticos. Dos ladrones fueron también crucificados con él, uno a cada lado. En la cruz, sobre la cabeza de Jesús escribieron su acusación: "este es Jesús, el rey de los judíos” (Mateo 27:37). Al caer el día, su cadáver fue descendido, y como estaba cerca el sabbath (sábado), tiempo durante el cual no estaba permitido el enterramiento, fue rápidamente depositado en una tumba cercana por José de Arimatea, hombre acaudalado, miembro del Sanedrín. Juan (19:39-42) relata que Nicodemo, también miembro del Sanedrín, ayudó a José.


La resurrección


Al amanecer del día siguiente, "María Magdalena, y María la madre de Santiago” (Marcos 16:1) fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús antes de enterrarlo, y lo encontraron vacío. En Mateo (28:2) se recoge que después de un terremoto apareció un ángel y apartó la pesada piedra de la entrada. En el interior de la tumba, "un joven” (Marcos 16:5) vestido de blanco les anunció que Jesús había resucitado. Esta noticia es anunciada por el ángel en Mateo (28:5-6) y por dos hombres "con vestiduras deslumbrantes” en Lucas (24:4).

Según Juan (21:11-18), María Magdalena vio en el interior del sepulcro a dos ángeles con vestiduras blancas sentados sobre la tumba y después a Jesús resucitado. Más tarde, el mismo día (según Lucas, Juan y Marcos) Jesús se apareció a las mujeres y a otros discípulos en varios lugares en Jerusalén y sus proximidades. La mayoría de los discípulos no dudaron en que habían visto y escuchado de nuevo al Maestro que conocían y habían seguido durante el tiempo de su predicación en Galilea y Judea. Pero hubo discípulos que dudaron en un primer momento (Mateo 28:17), como Tomás el Dídimo, que no presenció las primeras apariciones (Juan 20:24-29).[xi]


Todos los evangelios señalan que después de su resurrección Jesús siguió enseñando a sus discípulos sobre asuntos relativos al reino de Dios. También les encomendó una misión trascendental: "Id, pues… haced discípulos de todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mateo 28:19).


La ascensión y la promesa de su regreso


Lucas (24:50-51), relata que en Betania, Jesús fue visto ascender a los cielos por sus discípulos. Los Hechos de los Apóstoles (1:2-12) recogen que la ascensión ocurrió cuarenta días después de la resurrección. En aquella ocasión Jesús comenzó a elevarse hasta que una “nube” lo ocultó a los ojos de los numerosos testigos, al tiempo que dos ángeles presentes en aquel magno suceso les aseguraban que, de la misma manera que fue tomado al cielo, volvería otra vez.


Por




CURIOSIDADES:

¿Tuvo Jesús hermanos? El Evangelio según San Marcos tiene un pasaje en que menciona explícitamente a los hermanos de Jesús: “¿Pero no es el hijo del carpintero?, ¿no se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas ¿no están todas entre nosotros? Entonces, ¿de dónde le viene todo esto?” Ello ha generado controversia entre el mundo cristiano, principalmente debido a las posiciones divergentes de las distintas iglesias respecto de la virginidad de María posterior al nacimiento de Jesús. Para ilustrar sobre ésto, valga la siguiente cita autorizada:
"Sin embargo, algunos escritos de los primeros siglos dieron lugar a preguntas sobre los hermanos con el propósito de proteger la progresiva doctrina de la perpetua virginidad de María. Uno de ellos, llamado a menudo el evangelio de Santiago, cuenta la historia de la vida de María usando mucho material fantástico. Asegura que los hermanos de Jesús eran hijos de José de un matrimonio anterior. Esta es la posición de la Iglesia Ortodoxa Griega. Más tarde, un famoso erudito, Jerónimo, argumentó que los hermanos de Jesús eran realmente sus primos porque la madre de ellos era María de Cleofas y la hermana de María, la madre de Jesús (véase Juan 19:25). Esta es la posición de la Iglesia Católica Romana, pero los eruditos protestantes prefieren el punto de vista tradicional de los evangelios. Jesús nació de la virgen María. María y José luego tuvieron cuatro hijos de la manera en que los tienen todos los seres humanos". Diccionario Bíblico de Holman, por W. J. Fallis.
 A nuestro juicio, lo importante era la virginidad de María al momento de concebir a Jesús a objeto de cumplir la profecía de que debía nacer de una mujer virgen. Ello por la obvia necesidad de que el Ser divino fuera inseminado dentro de una matriz humana inmaculada, además de constituir un hecho sobrenatural que probaba su mesianismo. Después de ello, cualquiera de los posibles casos mencionados más arriba podría ser posible sin afectar para nada el hecho base fundamental de la sagrada misión asignada a la joven María.

BIBLIOGRAFÍA
  • Artículos: "Mesías", “Jesucristo”, “Biblia”, de la Enciclopedia Microsoft® Encarta® 98 © 1993-1997 Microsoft Corporation. Derechos Reservados.
  • Álvarez Valdés, Ariel, La “vida oculta” de Jesús: http://www.san-pablo.com.ar/vidapastoral/?seccion=articulos&id=542
  • White, Ellen G., Él es la salida. Asociación Casa Editora Sudamericana. Reimpresión 1992 (Condensación de la obra El Deseado de Todas las Gentes, de la misma autora).
  • Igartua, Juan Manuel, Los Evangelios ante la Historia. Ediciones Acervo, 1981, Barcelona, España.
  • La Biblia Latinoamérica, Edición Pastoral Nueva Evangelización, (LXXXV Edición, San Pablo y Editorial Verbo Divino, Madrid, España. © B. Hurault y R. Ricciardi, 1972. Sociedad Bíblica Católica Internacional – Roma).
  • Sagrada Biblia, versión Reina-Valera 1995, Edición de Estudio, de las Sociedades Bíblicas Unidas.

NOTAS AL PIE



[i] En la Nueva Edición de la Biblia de Estudio Reina-Valera 95, se presenta en uno de sus anexos una Guía Sinóptica de los Evangelios que, ordenando el contenido de estos escritos en columnas paralelas, facilita una lectura comparativa de ellos permitiendo apreciar las semejanzas como también algunas diferencias difíciles de clasificar en los relatos del ministerio de Jesús (denominadas “concordia discors”, porque presentan entre sí diferencias particulares dentro de una coincidencia en líneas generales), pero más que nada esta guía permite visualizar su obra en forma holística, puesto que “sinopsis” es la disposición gráfica que muestra cosas relacionadas entre sí facilitando su visión conjunta.
 Por otro lado, para una apreciación profunda y reflexiva de su obra desde una perspectiva laica recomiendo, por ejemplo, “La Más Bella Historia del Mundo” de Fulton Oursler (Empresa Editora Zig-Zag, Santiago de Chile, 1951), o “El Hijo del Carpintero” de Jesús Capo (Editorial Grijalbo, edición 1996).
 Si al lector le interesa contemplar a Jesús dentro de un marco de realismo fantástico que le despertará más de alguna inquietud, le recomiendo la zaga “Caballo de Troya” de J. J. Benítez, aunque aconsejo su lectura con cautela y criterio amplio por estar la exposición del afamado autor fundada en el Libro de Urantia (IV Parte: “La Vida y las Enseñanzas de Jesús”), corriente religiosa a la cual adhiere, como lo demuestra abiertamente en sus libros “La Rebelión de Lucifer” y “El Testamento de San Juan”.

[ii] Para mayor abundamiento, aconsejamos la lectura del libro de Juan Manuel Igartua, Los Evangelios ante la Historia, Capítulo I: La Cronología del Nuevo Testamento, Nota Especial b): La fecha del nacimiento de Jesús, págs. 73 y 74, en el que se detallan con precisión los argumentos históricos que fundamentan el año de nacimiento de Jesús.

[iii] Las genealogías en la antigüedad eran muy importantes. Allí estaba todo el registro de la ascendencia familiar. Aun hoy, entre nosotros, hay gente que conserva con orgullo su árbol genealógico. Pero para los judíos eran aún más importantes, porque entre ellos resultaba indispensable demostrar la pureza de la raza. Poseer mezcla de sangre extranjera, es decir, tener a un no judío entre sus antepasados, significaba perder los derechos como miembro del pueblo de Dios.
Por ejemplo, si alguien quería ser sacerdote, debía mostrar que su línea genealógica descendía directamente del sacerdote Aarón, hermano de Moisés. Si alguien tenía la pretensión de ser rey, debía probar que pertenecía a la familia del rey David. Cuando alguno quería casarse, debía documentar la pureza racial de su futura esposa por lo menos desde cinco generaciones.
Sabemos que el mismo Herodes el Grande, que gobernaba el país en tiempos de Jesús, fue siempre despreciado por el pueblo debido a que tenía, heredada de sus antepasados, sangre del pueblo edomita. Este hecho llegó a fastidiarlo tanto, que ordenó en una oportunidad destruir todos los archivos de registros oficiales del país para que nadie pudiera demostrar que poseía una línea de antepasados más pura que la suya.
Mateo, que escribe su evangelio para los judíos, quiere presentar a Jesús como el Mesías esperado, y por eso piensa que lo mejor es comenzar con una genealogía. Para ello elaboró cuidadosamente una lista, ordenada, meditada y pensada con todo detalle.
 En primer lugar dividió a todos los antepasados de Jesús en tres grupos, según tres etapas importantes de la historia judía.
 Un primer grupo, que va desde Abraham hasta el rey David (v. 2-6). Un segundo grupo, desde David hasta el destierro del pueblo en Babilonia (v. 6-11 ). y un tercer grupo de nombres, desde el destierro hasta la llegada de Jesucristo (v. 12-16). En estas tres secciones de nombres, el escritor sagrado quiso representar las tres etapas de la vida de toda persona.
 Con la primera etapa, mostró que todo hombre nace para la grandeza. Por eso culmina con el rey David, el rey más grande de Israel, y el hombre que llevó al pueblo hebreo a su máximo esplendor y lo convirtió en una potencia mundial. Según Mateo, pues, todo hombre nace esencialmente para ser rey.
 Con la segunda sección, quiso enseñar que todo hombre pierde su grandeza cuando peca, y que siempre terminará esclavo de sus malos actos. Por eso este grupo concluye con la esclavitud de Babilonia. Es la etapa de la vergüenza, el desastre y la tragedia de la nación hebrea.
 Con la tercera sección muestra que el hombre recupera su grandeza gracias al Hijo de Dios. Por eso esta cadena termina en Jesucristo, la persona que liberó a los hombres de su esclavitud. Según nuestro evangelista, pues, Dios no permite que el final de la historia sea trágico. En Jesucristo toda desgracia puede convertirse en triunfo.

El Mesías escondido: Mateo utiliza un segundo juego de números en su genealogía. Si contamos los nombres que van desde Abraham a David, de David a la esclavitud, y de la esclavitud hasta Jesucristo, en todos los casos da la cifra 14. El mismo lo dice al final: "El total de generaciones son: desde Abraham a David 14 generaciones; desde David hasta el destierro 14 generaciones; desde el destierro hasta Cristo 14 generaciones"(1,17).

Esto no es posible. Mateo debió suprimir varios nombres para obtener esa cifra. Entre Fares y Naasón, por ejemplo, no puede haber sólo tres personas para cubrir los 430 años que según el libro del Exodo duró la esclavitud de Egipto. Tampoco pueden sólo dos ascendientes llenar los tres siglos que van de Salmón a Jesé.

¿Por qué razón utiliza, pues, artificialmente el número 14?

 Para entenderlo hay que explicar una característica de la lengua hebrea. Mientras en castellano escribimos los números con ciertos signos (1,2,3), y las letras con otros diferentes (a,b,c), en hebreo se emplean las mismas letras para escribir los números. El 1 es la misma letra "a"; el 2, la "b", etc. Así, si sumamos las letras de cualquier palabra hebrea puede obtenerse siempre una cifra, llamada "gemátrica".

Ahora bien, según estos cálculos, muy conocidos y difundidos entre los judíos, el número gemátrico del rey David era justamente el 14, ya que en sus letras tenemos: D (=4) + V (=6) + D (=4) =14.

 Agrupando los nombres en 14, Mateo encontró una elegante e ingeniosa manera de decir a los judíos que Jesús era descendiente de David, y por lo tanto el verdadero Mesías. Más aún, al reunirlos en 3 listas de 14, como el 3 simbólicamente significa "totalidad", el evangelista quiso decir que Jesús es el "triple David" y por lo tanto el Mesías total, el auténtico y verdadero descendiente de David. (Extractado del blog Piorama de Manuel Esteso, artículo “Las Abuelas de Jesucristo”: http://piorama.blogspot.com/2007/05/las-abuelas-de-jesucristo.html)



[iv] El lugar de la infancia de Jesús según la Biblia fue la ciudad de Nazaret en Galilea. Para muchos estudiosos no está claro si el nacimiento en Belén de Judea es un dato histórico o si se debe a una elaboración teológica que pretende subrayar el mesianismo de Jesús y para ello lo relaciona con la ciudad de David.

No obstante, la forma diferente como Mateo y Lucas explican la presencia de Jesús en Belén es perfectamente conciliable y complementaria, puesto que se refieren a tiempos diferentes: Para Lucas, José y María son de Nazaret y Jesús nace en Belén, en un pesebre, porque sus padres tienen que trasladarse allí con motivo del censo de Cirenius por ser el lugar de nacimiento de José, y por ello al llegar no encontraron más albergue que dicho pesebre. Por otro lado Mateo menciona que los magos se dirigen a esta ciudad y entran en la casa donde viven cuando hace ya dos años que ha nacido Jesús.

Excepto un viaje a Egipto en su infancia para escapar de la Masacre de los Inocentes ordenada por Herodes, y un corto viaje a Tiro y Sidón (en lo que actualmente es el Líbano), los Evangelios sitúan todos los demás acontecimientos de la vida de Jesús en el antiguo Israel. Según Mateo, la familia permaneció en Egipto hasta la muerte de Herodes, tras la cual volvieron a Nazaret para evitar vivir bajo la autoridad de Archelaus, hijo y sucesor de Herodes (Mateo 2:19-23).

Según Mateo y Lucas, Jesús nació de una mujer virgen llamada María, por un milagro del Espíritu Santo. El Evangelio de Lucas cuenta que el ángel Gabriel visitó a María para decirle que había sido elegida para dar a luz al Hijo de Dios (Lucas 1:26-38). Según Lucas, un ángel anunció el nacimiento de Jesús a unos pastores, que fueron a ver al recién nacido y que luego harían público de lo que habían sido testigos. Mateo también habla de los "Hombres Sabios" o "Magos" que llevaron regalos al niño Jesús después de haber seguido una estrella que ellos pensaban era un signo de que había nacido el Rey de los Judíos (Mateo 2:1-12).

 No obstante este marco presentado por los Evangelios, hay opiniones divergentes al respecto como la del sacerdote jesuita José Antonio Pagola, autor de Jesús, aproximación histórica, que en síntesis expone que lo narrado en los evangelios de Mateo y Lucas, que Jesús nació en un establo de la ciudad de Belén porque sus padres no habían encontrado lugar en las posadas del pueblo, es una composición muy posterior a los hechos históricos relacionada con las profecías de Miqueas en el siglo VIII antes de Cristo, que auguraban el nacimiento del salvador de Israel en ese lugar, como descendiente del rey David: “Pero tú, Belén Efrata, aunque eres pequeña entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que ha de ser gobernante en Israel. Y sus orígenes son desde tiempos antiguos, desde los días de la eternidad” es la profecía de Miqueas. Según él, los historiadores que han analizado los evangelios, no sólo los canónicos sino también los apócrifos, coinciden en señalar que esta composición es muy posterior y no obedece a razones biográficas, sino que fueron escritas a partir de la fe en Jesús como Salvador, por lo que lo más probable es que haya nacido en su aldea Nazaret. Los evangelios de Marcos y Juan hablan de Jesús "el de Nazaret". Durante siglos se usó el lugar de nacimiento casi como un apellido, por lo que dice que hay acuerdo en que el nacimiento debió ser en una pequeña aldea, que no tendría más 200 habitantes en aquel momento.


 No obstante también puede ser posible que Jesús naciera en Belén de Judea cumpliendo literalmente la profecía de Miqueas y que, después de su estancia en Egipto, y ya muerto Herodes, sus padres volvieran con él a Nazaret de donde eran originarios, dando cumplimiento a la profecía de que el Mesías “sería llamado nazareno” (Jueces 13:5-7). Ello porque los relatos del nacimiento en Belén, el episodio de los sabios del Oriente que siguieron la estrella que se detuvo sobre el poblado, la adoración de los pastores que vieron en la colina a los ángeles cantando a coro, y la matanza de los niños por parte de Herodes, son demasiado extensos y ricos en detalles, y cumplimientos proféticos, como para que sean solo una simple alegoría propia de la época para ilustrar la humildad del Mesías como Rey de Israel a diferencia de los demás reyes que nacían siempre en Jerusalén.

Además ya sabemos que el censo mencionado en los evangelios de Mateo y Lucas fue un hecho histórico iniciado por Cirenius y completado por Sencillo Saturnino, legado de Siria entre el 8 y el 2 a.C.

 No se trataría por tanto de contradicciones o de alegorías en los Evangelios sino de información complementaria de acuerdo a la audiencia a la cual estaban dirigidos: Mateo y Lucas escribían para la comunidad judía de la iglesia primitiva a quienes era muy relevante su nacimiento en Belén como prueba de su mesianismo. En el caso de Marcos que dirigía su Evangelio a la comunidad cristiana de Roma era relevante presentar la genealogía de sus ancestros como prueba de ello, y para Juan, autor de un evangelio de corte fuertemente espiritual, lo esencial para probar el mesianismo de Jesús era presentarlo como Hijo de Dios, el Verbo creador hecho carne. La lectura de todos entrega la información completa y necesaria de su nacimiento a los cristianos de los siglos posteriores.
[v] "Todos sabemos qué hizo Jesús durante los tres años de su vida pública: cómo recorrió ciudades y pueblos de Palestina predicando el Reino de Dios, curando enfermos, resucitando muertos y enseñando parábolas. Pero ¿qué hizo durante los más de 30 años anteriores? Lo único que conocemos antes de los 30 años de la vida de Jesús es un episodio que le sucedió a los 12 años, cuando se perdió en Jerusalén durante una fiesta de Pascua, y cómo José y María lo hallaron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; y todos los que lo oían estaban asombrados por su inteligencia y sus respuestas (Lucas 2:46-47). Pero inmediatamente después dice el evangelio que volvió a Nazaret, y de nuevo el velo del misterio desciende sobre su vida, oscureciendo todas sus actividades durante los siguientes 20 años.

Este enigmático silencio sobre la juventud de Jesús hizo que muchos le inventaran historias y relatos increíbles. Así, algunos, con bastante imaginación, afirman que viajó a Inglaterra acompañado de su tío-abuelo José de Arimatea, donde conoció el druidismo (la religión de los celtas) y donde aprendió algunas de las ideas que más tarde enseñaría, como la Trinidad y la llegada del Mesías. Otros sostienen que fue a la India, donde los grandes Budas le enseñaron a leer, a curar enfermos y a realizar exorcismos. Otros aseguran que estuvo en Egipto aprendiendo los secretos de los faraones y llenándose de energía misteriosa en las grandes pirámides. Y los más ingenuos piensan que llegó hasta América para iniciarse en la sabiduría arcana de los pieles rojas.

Estos relatos se han podido inventar porque, según la creencia popular, los evangelios callan y no cuentan nada sobre los años perdidos de Jesús. Pero ¿realmente los evangelios callan absolutamente? ¿En ninguna parte dan indicios de lo que hizo Jesús durante todos aquellos años?

En realidad no es así. El evangelio de Lucas proporciona dos pistas muy importantes. La primera, después de narrar la presentación del niño Jesús en el Templo de Jerusalén a los pocos días de haber nacido. Dice que José, María y el niño ’volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. Y allí el niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él’ (Lucas 2:39-40). Por lo tanto, claramente el evangelista nos informa que Jesús pasó los siguientes años de su vida en el pueblo de Nazaret, donde experimentó un desarrollo físico, intelectual y religioso, como cualquier niño de su edad. La segunda, luego de contar que el niño Jesús se perdió a los 12 años en la ciudad de Jerusalén y fue hallado en el Templo. Dice que ’regresó con ellos a Nazaret, y allí vivió, obedeciéndoles a ellos en todo. Y Jesús 'seguía creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres’ (Lucas 2:51-52)".

Así inicia Ariel Álvarez Valdés su interesante artículo “La vida ‘oculta’ de Jesús” cuya lectura aconsejo para ilustrarse adecuadamente acerca de este enigma, pues nos entrega una visión realista fundada en los evangelios, en las costumbres del pueblo judío de la época, en la literatura y en la arqueología. De ella se desprende que Jesús no enseñó ni hizo milagros sencillamente porque no había llegado el tiempo de su ministerio. Se puede descargar en PDF desde el siguiente enlace:


También aconsejo como un necesario complemento la lectura en línea del Capítulo 7 “La Niñez de Cristo” del libro “El Deseado de Todos los Siglos” de E. G. White, al que se puede acceder directamente a través del enlace:


[vi] Esta es la extraordinaria profecía conocida por los investigadores bíblicos como “la profecía de las setenta semanas”. En aquel tiempo, Daniel y su pueblo se encontraban cautivos en Babilonia, y Jerusalén y el Templo destruidos. En visión durante la cual el profeta ve el futuro de su pueblo y de los fieles a Dios, consulta al ángel hasta cuándo duraría toda esa desolación, Gabriel le responde que “hasta dos mil trescientos días de tarde y mañana, entonces el santuario será purificado” (Daniel, cap.8 vers.14) . Posteriormente el ángel es enviado para aclararle la visión al asombrado Daniel, diciéndole respecto a aquél periodo de tiempo: “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad... Sepas pues y entiendas, que desde la salida de la palabra para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; tornaráse a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, y no por sí.... Y en otra semana confirmará el pacto a muchos, y a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda” (Daniel 9:24-27). Es decir, según el ángel, setenta semanas de los dos mil trescientos días de la profecía debían ser descontadas por pertenecer especialmente a los judíos.

El ángel declara que las setenta semanas se cuentan desde el momento en que saldría el edicto para reedificar a Jerusalén. Dicho decreto se encuentra mencionado en el libro de Esdras (7: 12-26). En su forma más completa fue confirmado por Ciro y Darío y expedido por Artajerjes Longímano, rey de Persia, en la primavera del año 457 a.C.(del hemisferio norte). Tomando dicho año como fecha de la orden, se ha podido comprobar históricamente que cada punto de la profecía referente a las setenta semanas se había cumplido en forma exacta. ¿Cómo podemos saberlo?

Resulta que en la palabra profética, la Biblia, interpretándose a sí misma, declara que 1 día profético equivale a 1 año literal. En efecto, lo podemos encontrar mencionado explícitamente en Números 14:34 y en Ezequiel 4:6. De acuerdo con dichos textos, los dos mil trescientos días proféticos equivalen a dos mil trescientos años literales y las setenta semanas son setenta semanas de años, es decir 490 años.

La profecía explicita que desde que comienza el periodo en el año 457 a.C, hasta el Mesías príncipe, habrían 69 semanas (483 años) y que a la mitad de la semana siguiente (es decir a la mitad de los próximos 7 años) se quitaría la vida al Mesías. Precisamente en el momento predicho, en la primavera del 27 d.C., Jesús fue bautizado en el Jordán por Juan el Bautista, siendo ungido por el Espíritu Santo como el Mesías e inicia su ministerio público. El mismo Jesús avala esta profecía enviando a sus discípulos con el mensaje: “El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado ¡arrepentíos y creed el Evangelio!” (Marcos, cap.1 vers.15). A la mitad de la semana siguiente (la semana 70 de la profecía), es decir, tres años y medio más tarde el Mesías “fue cortado”: Jesús muere crucificado. Al término de la otra mitad (tres años y medio después, en la primavera del año 34 d.C.) el discípulo Esteban es apedreado y los cristianos judíos sufren una gran persecución que los obliga a huir por todas partes y comienzan a predicar el evangelio a los gentiles obedeciendo el mandato de Jesús, terminando así el tiempo determinado para los judíos (“setenta semanas están determinadas para tu pueblo”). Su extraordinario cumplimiento queda explicado claramente en el diagrama siguiente:
[vii] Al respecto, un ilustrativo comentario al pie de página de este pasaje bíblico (Mateo 4:1) de la Biblia Versión Reina-Valera 1995, Edición de Estudio, dice: “La permanencia de Jesús en el desierto durante cuarenta días, sin comer, y las pruebas a que es sometido, recuerdan las experiencias del pueblo de Israel en el desierto, cuando salió de Egipto. Las citas bíblicas de los versículos 4 al 10 hacen referencia a aquella experiencia histórica. Israel fracasó en la prueba, pero Jesús se mantuvo fiel a su misión”.
El escaso éxito, si no fracaso, de la misión de Israel en la Tierra Prometida para ser la luz del mundo, tuvo directa relación con la calidad de su preparación previa durante los cuarenta años que peregrinó en el desierto, por lo que Jesús, consciente de la importancia cósmica de su misión, haría su aparición pública en la tierra de Palestina como “la luz del mundo” solo después de completar simbólicamente la preparación pendiente de sus antecesores.
Este sólo acto marca la importante tarea que le correspondía al pueblo de Israel para revelar al mundo el contenido del Plan de Contingencia para el rescate de la Humanidad, que lamentablemente descuidó para su propia desgracia, como lo revela dramáticamente la Historia.

[viii] Las parábolas son narraciones breves basadas en una experiencia cotidiana de la vida, cuyo objetivo es enseñar una verdad espiritual.

[ix] Para ilustrarse respecto de estos mejores argumentos, aconsejo la lectura del artículo titulado “Cronología de la Muerte y Resurrección de Jesús” de J. Gabriel Piedra Quiros, publicado en la siguiente dirección web: http://es.scribd.com/doc/47605913/Cronologia-de-la-muerte-y-resurreccion-de-Jesus.

[x] En la siguiente inspirada y acertada descripción, podamos acercarnos tal vez al verdadero significado de ese crucial momento: “La humanidad del Hijo de Dios temblaba en esa hora de prueba. El momento terrible de decidir el destino del mundo había llegado. La suerte de la humanidad estaba en la balanza... aún ahora, podía rehusar beber la copa destinada al hombre culpable. El podía limpiar el sudor sanguinolento de su frente y dejar que el hombre pereciera en su iniquidad. Podía decir: que el transgresor reciba la penalidad de su pecado, y yo iré de vuelta a mi Padre, ¿Sufrirá el inocente las consecuencias de la maldición del pecado, para salvar al culpable? ‘Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad’. Tres veces rehuyó el Señor el último y supremo sacrificio. Pero ahora él ve que la raza humana está sin esperanza. Ve el poder del pecado. Llegan los ayes de un mundo condenado ante él, contempla su suerte inminente, y su decisión está hecha. El salvará al hombre a cualquier costo para sí mismo. El ha dejado los atrios del cielo para salvar al único mundo que había caído por la trasgresión, y no rehusará cumplir con esta misión.” (Ellen G. White. El es la salida, capítulo 74, página 333. Asociación Casa Editora Sudamericana. Reimpresión 1992, condensación de la obra El Deseado de Todas las Gentes, de la misma autora).
Quién haya visto el film del afamado actor y director Mel Gibson, La Pasión de Cristo, estrenado en marzo de 2004 en todo el mundo, habrá podido apreciar en toda su crudeza –al menos en lo que a sufrimiento físico se refiere- el inmenso dolor que le significó a Jesús beber de aquella copa. Súmele a eso la sensación de sentirse separado del Padre al cargar con la penalidad de la transgresión de todos los seres humanos, colgado del madero como un criminal, añádale el hecho de haber sido ejecutado por los mismos seres que había venido a rescatar con su sangre, y tendrá el cuadro completo de su inmenso sacrificio por el Hombre. “...Varón de dolores” –lo describió el profeta Isaías 700 años antes- “experimentado en sufrimiento; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡Pero nosotros le tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios! Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados.” (Isaías 53: 3-5)


[xi] Para meditar acerca de la importancia y el alcance del hecho que la resurrección de Jesús haya sido una realidad, sugiero al lector revisar el artículo publicado en este mismo blog, titulado “Ha Resucitado” desde el siguiente enlace: 
http://fenomaloslaquintaesencia.blogspot.com/2009/04/ha-resucitado_12.html?utm_source=BP_recent


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VIDEOS COMPLEMENTARIOS: Convencido que una imagen vale más que mil palabras, invito a mis lectores a disfrutar de dos motivadores filmes basados en los evangelios a mi juicio más relevantes para contextualizar lo expuesto en el presente artículo: el de Lucas, considerado un real documento histórico por su estructura expositiva, y el de Juan, que nos revela la faceta más espiritual del ministerio del admirable Maestro de Nazaret.

El Evangelio según Lucas: Para esta película, hecha en 1979 por John Krish y Peter Sykes, se escogió el Evangelio de Lucas como la base del diálogo y acción. Cinco años de cuidadosa preparación antecedieron la filmación en Israel en los lugares donde se llevaron a cabo los hechos originales. Se consultaron decenas de investigadores, arqueólogos, historiadores y teólogos. Talleres especializados fabricaron reproducciones exactas de la cerámica, herramientas y ropaje.


El Evangelio según Juan: El más amado de los cuatro evangelios cobra vida en una fiel y poderosa dramatización del texto bíblico, en la que se recrea meticulosamente la época de Jesús. Narrado por el aclamado actor británico Christopher Plummer, y con una elenco de más de 2.500 personas, el Evangelio según Juan ha sido adaptado para la pantalla, palabra por palabra, basado en la American Bible Society's Good News Bible, por el nominado al Emmy Jhon Goldsmith y dirigido por el aclamado director Saville.
"Es la mejor versión de la historia de Jesús contada por su discípulo Juan". El más querido pero menos comprendido, Juan presenta un único retrato humano de coraje y pasión en los tres años que acompañó la prédica de Jesús, en los últimos años de su vida.

He aquí la versión actualizada, Full HD, en español:


OBSERVACIÓN: Esta serie de artículos están basados o forman parte del libro escrito recientemente por el autor, denominado “Fenómalos – La Quinta Esencia”, publicado por Editorial Trafford (ISBN 1-4251-1232-3, por Trafford Publishing, Canada). Las imágenes y videos han sido tomadas directamente de la web, y sólo para efectos de ilustración del texto. De haber alguna de ellos con derechos de autor agradeceré comunicármelo para retirarlas de esta entrada.

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